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miércoles, 7 de julio de 2010

La Historia de la Señora de la Sagrada Eucaristía, según Chela Gadea

¿Cómo llegó a mi casa y a mi vida la imagen de la Virgen María, que promete ser una nueva advocación, la de Nuestra Señora de la Sagrada Eucaristía?
Ocurrió de un modo muy simple, como todos los casos protagonizados por la Santísima Madre de Nuestro Redentor:
Una tarde calurosa de abril de este año (2006), cercana a la conmemoración de la Semana Santa, recibimos, mis familiares y yo, la grata visita del Padre Salesiano, Antonio Nazareno Tiberi, procedente de Formosa. Su inesperada presencia nos causó gran alegría, habiendo transcurrido varios meses desde su traslado a la ciudad capital de aquella provincia. Su ausencia, aún lamentada por la comunidad curuzucuateña, produjo un gran vacío, no sólo por su imponderable labor apostólica, ejercida responsablemente con Amor, sino por la falta de sus palabras alentadoras, de su ejemplo aleccionador y de su incansable peregrinar por los barrios, capillas, cárcel, hospitales y hogares humildes, donde se prodigaba a favor de los niños, ancianos y enfermos, “cabalgando sobre la bici…”, a cualquier hora del día o de la noche.
Esa tarde, con mucho entusiasmo, nos relató acerca de un hecho ocurrido el día 11 de julio de 2005, en la casa Nº991, situada en calle Juan Larrea, de la Capital formoseña, perteneciente a la Sra. Digna Concepción Sosa, quién acompañada de su amiga Clara Caballero de Patiño, contemplaron, absortas, la aparición de la imagen de la Virgen María, en el interior de su domicilio, dialogaron con Ella y lograron dibujarla en la pared (donde se aparecía). Posteriormente, volvió a comunicarse con Clara.
El Padre Tiberi nos mostró una fotocopia del dibujo obtenido (con una birome directamente sobre la pared), y nos expresó su deseo de encontrar a la persona, o personas, dispuestas a plasmar sobre una tela, la imagen de la Virgencita.
Al parecer, él tenía conocimiento de mi afición por la pintura, pero conciente de mis limitaciones, yo no me atreví a asumir esa responsabilidad, limitándome a proponerle una visita al taller de una auténtica pintora, una artista plástica reconocida en nuestro medio, la Sra. Susana Moreno de Rey.
Hacia ella lo conduje y pudo apreciar, “in situ”, sus dotes y su obra. Susana no sólo aceptó la propuesta del Padre, sino que se sintió halagada por la honrosa y difícil misión encomendada.
De allí en más, nos dimos a la tarea de interpretar los signos impresos en la hojita de la fotocopia, (escasamente visible), a investigar a través de Internet, acerca de la existencia de esa advocación, (ya registrada en otros países europeos, como Italia, de donde obtuvimos magníficas estampas y datos aprobados por la Santa Sede).
Maravilladas con los resultados obtenidos, decidimos efectuar las ampliaciones, previas consultas con el Padre Tiberi, quién nos visitó en repetidas ocasiones, constatando la marcha de la obra, corrigiendo algunos errores, y aprobando aciertos. (Como por ejemplo, las primeras imágenes, las habíamos hecho con la mirada hacia abajo, como contemplando a los fieles que se acercaban a Ella, y el Padre nos corrigió, ya que en la imagen vista por las señoras, la Virgen estaba mirando al frente, con los ojos más abiertos… así que tuvimos que rehacer su carita angelical, para ajustarnos a las especificaciones dadas. Este fue uno de los casos puntuales en los que la sra. de Rey se encomendaba directamente a la Virgen, y le suplicaba que “viniera Ella misma” a pintarse… ¡y los pinceles volaban…!)
En mi caso, solo se trataba de un ensayo, dada la precariedad de mis conocimientos. No fue tarea fácil tampoco para la sra. de Rey, quién no obstante su profunda Fe Católica Apostólica Romana, sus dotes personales y sus conocimientos artísticos, (es profesora nacional de pintura), nos confesó al Padre y a mi, que diariamente se encomendaba a Dios, cada vez que tomaba los pinceles para ejecutar su obra. En más de una oportunidad le pidió a la Virgencita, que Ella misma se pintara, (como relato en el Ejemplo anterior), y veía como, milagrosamente, desaparecían las dificultades.
Juntas, o por separado, observando antiguas estampitas de nuestra niñez y juventud, descubrimos los mismos atributos en las imágenes de María Auxiliadora, de Ntra. Sra. de Itatí, de la Virgen de Lourdes y otras, tales como las estrellitas en el vestido, las rosas en la frente y en la media luna a sus pies, que también están presentes en Ntra. Sra. de Luján, junto con los escudos.
Mientras pintábamos esa figura cándida y tierna, nos habituamos a conversar con nuestra Santa Madre, confiándole nuestras dudas, preocupaciones, sufrimientos y problemas. Nos atrevimos a pedirle algún “milagrito” cotidiano y tenemos la convicción de que Ella nos escuchó y nos lo concedió, de inmediato, devolviéndonos la tranquilidad y la confianza en nosotras mismas.
Hoy pinto en mis ratos libres y compruebo que no lo hago tan mal…
Nuestro Señor Jesucristo recibirá complacido el empeño puesto por nuestro querido Padre Tiberi y acogerá la modesta obra de nuestras manos, para alabanza y gloria de su Santo Nombre.

Celia C. Gadea
DNI: 2.326.40
Curuzú Cuatiá – Corrientes –
18/09/06

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